Últimamente y en este desgraciado 2020 que acabamos de cerrar, he conocido algo más sobre la inversión responsable. Algo que según afirman expertos y expertas en la materia, ha llegado para quedarse. Son más de 2.000 entidades distribuidas en 60 países las que han firmado su compromiso con los Principios de Inversión Responsable de las Naciones Unidas, denominados PRI por su acrónimo en inglés.
Las gestoras de fondos de capital riesgo están cada vez más interesadas en adaptar sus criterios de inversión y sus nuevos fondos a los principios que se enmarcan en este concepto de inversión responsable. No vayamos ahora a pensar que lo hacen por altruismo. Lo hacen, fundamentalmente, porque se están demostrando mayores rentabilidades en aquellas inversiones realizadas en empresas que tienen incorporado en su cadena de valor y en su modelo de negocio el impacto medioambiental, los criterios sociales y también los relacionados con el gobierno corporativo.
¿Y qué requiere la inversión sostenible y responsable? Requiere asumir compromisos empresariales relacionados con el cambio climático y el agotamiento de recursos, la contaminación, los residuos, las condiciones laborales, la salud, la seguridad y las relaciones con el personal y el respeto a la diversidad. También requiere asumir reglas mesuradas y justas para la compensación de ejecutivos, para evitar el soborno y la corrupción y para una fiscalidad comprometida con el territorio.
El error frecuente es considerar que la responsabilidad en estas materias recae en los propios gobiernos. La realidad es que un número cada vez mayor de empresas responsables está integrando los aspectos de la sostenibilidad como parte fundamental de sus actividades de negocio. Y es aquí donde cobra importancia el papel de los inversores, pero también el compromiso de las personas emprendedoras, del empresariado y de quienes conforman los equipos directivos y las organizaciones en general.
En estas fechas tradicionalmente se suelen realizar promesas y deseos para el año que comienza. Para este año 2021 estoy segura de que la mayoría de las promesas y deseos han estado relacionados con la salud. Porque el año que hemos cerrado marcará nuestras vidas para siempre. Pero también hemos aprendido que es esencial para la salud un desarrollo económico y fiscal sostenible además de equilibrado desde un punto de vista territorial. Esto no será alcanzable sin modificar nuestros modelos de negocio, sin otras formas de dirigir, de trabajar, de emprender, de invertir y por qué no, de “mentorizar”.
No solo hay que respetar el planeta para que las futuras generaciones lo puedan disfrutar, también hay que cuidar y construir un tejido empresarial responsable para que las futuras generaciones puedan incorporarse a él y seguir respetándolo y hacerlo crecer aportando valor de forma sostenida.
SOBRE MARÍA
Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales (Universidad del Pais Vasco -Sarriko), PDG (IESE-Universidad de Navarra) y Auditora – Censora Jurada de Cuentas
Es Directora de Inversiones de Sodena desde 2006. Ha liderado procesos de tomas de decisión en operaciones de inversión en fases iniciales de creación de fondos de inversión y de empresas, en procesos de crecimiento orgánico e inorgánico y en operaciones de desinversión en compañías. Acumula una amplia experiencia y especialización en diferentes sectores económicos, en la dirección y organización de personas, en la definición e implementación de la estrategia de empresas y en el apoyo a equipos directivos de empresas como miembro de sus Consejos de Administración.